El pasado 18 de diciembre celebramos el Día Internacional del Migrante, y en Íkualo quisimos homenajear a toda la comunidad resaltando los motivos por los cuales vale la pena defender con orgullo el hecho de ser inmigrante. Sin embargo, no somos los únicos que deberíamos festejar esa fecha. El impacto de la inmigración, desde una perspectiva positiva, es un fenómeno bien documentado, aunque a menudo no se informe de ello o no se reconozca en los debates públicos.
Según el Word Migration Report 2020, hay tres categorías principales a través de las cuales los migrantes contribuyen a sus comunidades:
- 1- Sociocultura
- 2- Espacio cívico-político
- 3- Economía.
Impacto sociocultural
En términos socioculturales, la inmigración como fenómeno global, ha desencadenado una serie de impactos culturales que moldean la diversidad y la riqueza cultural de las sociedades receptoras. En primer lugar, la interacción entre diferentes culturas fomenta un intercambio dinámico de tradiciones, costumbres y valores, enriqueciendo el tejido social y propiciando la creación de identidades híbridas. Esta fusión cultural no solo se manifiesta en la gastronomía y las artes, sino también en el ámbito familiar y en la forma en que las comunidades abordan las cuestiones sociales.
Al generarse tensiones y desafíos culturales a medida que las comunidades migrantes y de acogida intentan reconciliar diferencias, se da lugar a un diálogo intercultural que promueve la comprensión mutua, cuestiona nociones preexistentes de identidad cultural y fortalece la cohesión social. La existencia de diversas culturas fomenta, además, la apertura mental y la aceptación de la diversidad, promoviéndose una perspectiva global que reconoce y valora las contribuciones de todos los individuos, independientemente de su origen. La gestión efectiva de estos impactos culturales puede ser clave para forjar sociedades más resilientes, cohesionadas, inclusivas y tolerantes.
Repercusión cívico-política
A nivel cívico y político, el impacto de la inmigración en el país de acogida es un fenómeno polifacético que va más allá de la mera convivencia. En muchas ocasiones, los inmigrantes contribuyen de manera significativa al tejido social ofreciendo su tiempo y habilidades para abordar diversas necesidades locales desde los voluntariados, hasta la vinculación en todos los renglones y estratos del aparato laboral.
Por su parte, el grado de participación política de los inmigrantes está intrínsecamente vinculado a la configuración de sus comunidades de acogida. Tanto en contextos nacionales como locales, los inmigrantes pueden participar activamente en procesos gubernativos, influir en la formulación de políticas y ocupar roles en oficinas estatales.
Según datos publicados por El Confidencial, «en países como Reino Unido, Francia, Bélgica, Holanda o Alemania, en torno al 5-7% de los representantes electos son de origen extranjero. Mientras en España o Italia la cifra se sitúa en torno al 2%. Su presencia crece en cada elección, pero muy despacio».
Aumentar estos índices de participación no solo enriquecería los lineamientos legislativos, sino también contribuiría en el ámbito ejecutivo a la construcción de una sociedad más representativa. Asimismo, las comunidades de la diáspora mantienen un vínculo significativo con sus países de origen, participando en sus procesos políticos e incluso promoviendo cambios necesarios desde una visión externa. Ese compromiso, sin duda fortalece la cohesión social y fomenta la comprensión mutua entre las diversas comunidades presentes en el país de acogida.
Impacto de la inmigración en la economía
Se ha demostrado que la inmigración estimula el crecimiento económico y contribuye de manera significativa al producto interno bruto (PIB) a nivel mundial. Al integrarse en diversas actividades económicas, la comunidad migrante constituye una fuerza impulsora para el desarrollo que puede suplir eficazmente la escasez de mano de obra local y generar un aumento en la productividad de sectores específicos.
Este aporte dinámico no solo beneficia a la economía receptora, sino también contribuye a la diversificación y especialización de la fuerza laboral, fortaleciendo el espíritu de competitividad.
Acorde con un artículo publicado recientemente en La Vanguardia, «Si las migraciones están bien gestionadas, son rentables para los países de acogida y para los inmigrantes mismos. Pero con ciertas condiciones: que estas personas que llegan puedan poner en valor sus competencias, integrarse en el mercado laboral y contribuir fiscalmente. De hecho, se ha demostrado que en todos los países de la OCDE sin excepción los inmigrantes contribuyen más en cotizaciones sociales e impuestos de lo que reciben en concepto de prestaciones individuales, educación y sanidad incluidas. Incluso si se incluyen bienes públicos como infraestructuras, policía o justicia, el balance final es positivo. En el caso de España, por ejemplo, los inmigrantes contribuyen a financiar el 13% de los gastos militares, del Estado central y del coste de intereses de la deuda».
Emprendimiento. Un «plus»
En estudios económicos el sector inmigrante revela una propensión creciente al emprendimiento. La capacidad de recuperación desarrollada durante el proceso de adaptación a un nuevo país y la denominada «mentalidad de superación» los posiciona como emprendedores ágiles y a menudo exitosos. Esta cualidad no solo fomenta la innovación económica, sino también crea empleo y genera oportunidades comerciales, consolidando así un impacto de la inmigración en términos económicos positivo y sostenible en el país de acogida. Según el Word Migration Report 2020, los migrantes potencian la innovación mundial de cuatro maneras fundamentales:
- 1- La mayor concentración de migrantes en sectores económicos que tienden a ser innovadores.
- 2- A través de las patentes y como empresarios.
- 3- Su mayor contribución a la creación de empresas en comparación con los nativos.
- 4- Fomentan la inversión, el comercio y los vínculos tecnológicos.
La otra cara de la luna
En medio de las abrumadoras cifras de llegadas, retornos y deportaciones que a menudo dominan los informes mediáticos sobre migración, es esencial recordar que detrás de cada estadística hay rostros humanos y relatos profundos. Los migrantes no somos datos numéricos, sino individuos que desempeñamos una amplia gama de roles socioculturales, cívico-políticos y económicos.
Somos trabajadores incansables, estudiantes, empresarios resilientes, artistas y miembros de familias. Al abrazar la complejidad de las experiencias migratorias, recordamos que el fenómeno no solo se trata de travesías físicas, sino de un viaje emocional.
Es hora de reconocer la contribución vital que los migrantes hacemos a nuestras comunidades. Al comprender la diversidad de esos roles, estaremos construyendo puentes de empatía y comprensión, hacia un mundo donde la migración no se vea no un problema, sino como riqueza humana.